En la vida cada persona tiene un
don, además de eso cada quien busca su propio sueño, su destino, un futuro
mejor. Se prepara con el tiempo y escoge lo que quiere ser, pero a veces no
todo sale como se planea por las decisiones que se toman. A eso se le llama
“juventud” porque cuando se tiene cierta edad se cree que es dueño del mundo.
Los amigos se convierten en
hermanos y los familiares en desconocidos, gran parte de la existencia no se
valora, como el amor, el cariño y el apoyo que ellos les ofrecen, los seres
queridos quieren lo mejor de cada uno, pero temen a que se equivoquen y luego
todo lo planeado se vaya a la deriva.
Hay personas que tienen una
realidad ejemplar, todo al alcance de las manos, un pasaje lleno de bienes
materiales. Lo tienen todo. Pero en muchas ocasiones no tienen el afecto
familiar; solo es dinero y nada más. Mientras que otros son afortunados, tienen
una familia que les brinda, cariño y por supuesto el apoyo de forjar un mejor
futuro. Y para ello se van a los Institutos Académicos, universidades, el Sena;
lugares que le ofrecen un campo de conocimiento amplio para que se exploren así
mismos y se enfoquen en una carrera profesional.
Por otro lado, aquellos que
nunca quisieron estudiar y prepararse, prefirieron trabajar y conseguir sus propias
cosas. Tal es el caso de Fernando Rodríguez, un pamplonés con 26 años de edad; que
ha trabajado desde muy temprano, la educación jamás
ha sido un camino voluntario, dado a que se sentía obligado “nunca me ha
gustado las letras y en realidad cuando mis padres me decían que estudiara pues
yo iba y me formaba profesionalmente por complacencia de
ellos pero por lo general me salía de clase, iba y buscaba la forma de trabajar
en algún lugar, de buscar… de tener por lo menos una moneda en el bolsillo”
Cuando llegaba del colegio se dirigía para la plaza de mercado en busca de
ayudar a su padre, cargaba bultos de mazorca, maíz, yuca y papa con el fin de
conseguir dinero para él y su casa. En ese entonces Rodríguez tenía alrededor
de ocho a diez años de edad “le colaboraba en el lavado de la papa, pues a
escoger la papa que estuviera más buena, para seleccionarla y ponerla en una
canasta; la papa más mediana en otra y la papa que viene por lo general mala la
poníamos en otro lugar” esta es alguna de las declaraciones de una persona que
siempre pensó en trabajar y no en ir a una institución educativa.
Avanzando en el tiempo, este
pequeño pensaba en buscar la independencia en el trabajo, alejarse de su padre
con el fin de ganar dinero extra para sus gustos y cosas personales “llegó el
momento donde yo cogía algunas papas y las vendía por aparte y con eso compraba
harina, intentaba la forma de que mi mamá me ayudara hacer empanadas para ir a
venderlas a los barrios más cercanos al centro y con ese dinero me iba para las
máquinas de juego o había un señor que trabaja en el parque con esos carritos
automáticos pues yo le pagaba a él y me dejaba dar una vuelta en el parque, que
esa es como la esencia de todo niño cuando ve algo así en el parque” comento
con voz ligera y con seguridad en el tono.
Actualmente es un comerciante informal del municipio, lleva
6 años vendiendo bebidas calientes en el parque. Su horario laboral es de
madrugada; se levanta a las 3:30 a.m. a preparar sus productos para que a las
4: 00 a.m. ya este todo listo y salir finalmente a las vías frías de Pamplona.
Diariamente se está ganando entre 30.000 a 40.000 mil pesos libres. Los fines
de semana es cuando mejor le va por el movimiento de los propios y visitantes.
Y así como él hay otras personas
que viven de lo mismo; a diferencia de Luis Fontecha que lleva 30 años en el
comercio. Anteriormente laboraba en la ciudad de Caracas en un almacén de ropa
junto a sus hermanos y por la situación del país le toco emigrar, influenciado
por su esposa se trasladó a Pamplona, viendo en el clima una oportunidad de
trabajo, tanto así que se enfocó en los líquidos calientes.
Fontecha lleva 24 años
compartiendo su vida al lado de una mujer que le robo el corazón, con dos
hijos, una de 23 años, diseñadora industrial en la ciudad de Cúcuta y el menor
de 21 años que estudia en el SENA y vive con ellos. Todos los días por la
tarde, sale de su humilde vivienda ubicada en el barrio Cinco Esquinas en la
entrada de Santa Martha. Su horario de trabajo es desde las 3:00pm hasta las 10:00 pm; sus ventas han
sido buenas por el producto que ofrece “hasta el momento he tenido buena acogida
porque siempre me ha gustado trabajar bien, fabrico un buen tinto, aromática,
chocolate, café con leche, caspiroleta que se prepara de huevos, leche y
galletas, y de eso vivo yo” así flotan las palabras de un hombre comprometido
con lo que hace.
Al respecto conviene decir que en
el mes de mayo cumple seis meses de caminar por los alrededores del centro
histórico y en lo que encuentra tranquilo con sus colegas “me ha ido bien, pues
hasta ahora no he tenido dificultades con las otras personas que llevan 25 y 30
años” dicho de un modo tanto cierto “es uno de los trabajos que tiene más
salida en la ciudad de Pamplona, a parte la bebida es caliente y para el clima
de aquí se presta para eso”.
Aquí vale la pena hacer una
pequeña digresión sobre sus estudios “yo siempre quise estudiar, pero
antiguamente los padres poco se preocupaba por darles estudios a los hijos,
pero yo llegue a un estado que no estudie más porque tuve que trabajar para
ayudar a mis padres. Mis hijos han estudiado porque yo me he esforzado mucho
por ellos” así lo expreso acompañado de una mirada sensible. Floreció en un
pueblito del campo y la sabana “yo soy de un pueblo que se llama Landacio aquí
en Santander del Sur, hay nací, pero yo me crie más que todo en Barranquilla,
desde los seis años hasta que tuve la mayoría de edad y luego me fui para
Venezuela, pero antes estuve en Cúcuta y en Cúcuta me casé con la que ahora es
mi señora” sus padres son campesinos y tiene ocho hermanos vivientes y cuatro
que han fallecido.
En todo el territorio colombiano
no existe una cifra exacta de cuantos vendedores ambulantes hay; pero si se
encuentra una estadística de ciertos sectores correspondientes al tricolor
nacional. Representando porcentajes muy alto en ciudades como Quibdó, donde la
informalidad llega al 84,14 %, seguido por Riohacha con una tasa de 81,23 % en Barranquilla es del 72 % las ciudades más
grandes reportan cifras “menores”, Medellín tiene la más baja informalidad, con
el 50 % y en Bogotá según el último censo realizado por el Instituto para la Economía Social (Ipes) en
el mes de julio del año 2015, el número estimado es de 47.800 vendedores informales y en
Pamplona - Norte de Santander; no existe un número exacto pues cada año son más
las personas que llegan de diferentes partes entre esas, Venezuela.
La crisis laboral
que enfrenta Norte
de Santander es crítica, pues Cúcuta es la ciudad con más desempleo e informalidad
laboral en el país, situación que el gobierno colombiano atribuye a “la
inestabilidad en la economía venezolana”. Más de 79.000 personas no tienen
empleo en el municipio de Soacha (Cundinamarca), registrando los municipios de
Villa del Rosario, El Zulia y Los Patios, un índice de desempleo del 19.5 %, el
más alto del país.
Es fácil comprender porque la
gente busca un refugio en el trabajo informal, visto al desempleo o alguna
incapacidad física, es por ello que Yefri Joan Pérez, pamplonés, nativo de la
niebla y primo del calor humano de esta región cultural, eligió recorrer por la
senda de los tintos, panes, arepas de queso, golosinas y entre otras que los caminantes
requieren cotidianamente.
Hace 14 años trabajaba como
agricultor en la ciudad de Venezuela pese a que sufrió un accidente de moto,
causándole daño al movimiento de uno de sus brazos y en lo que afectaba su
condición laboral. Por otro lado, el país vecino estaba en una situación delicada
así que prefirió volver a su tierra natal; donde empezó con otras labores
“estuve vendiendo por aquí en Pamplona; pulseras, areticos y eso, pero no me
dejaban trabajar, me caía la inspectora, la policía y que no, que aquí no se
podía hacer, que tal… Yo le decía, déjeme salir de la mercancía que tengo. Y por la cuestión de la mano no puedo hacer
más nada porque no puedo hacer fuerza” afirmo con voz baja.
Todo esto llevo a Pérez a crear
un carrito de tintos “estoy vendiendo tintico que es, lo que aquí en Pamplona
dejan trabajar mejor y se defiende mejor. El tinto; porque se pone hacer otra
cosa y no lo dejan, le cae la inspectora y cualquier cosa le cae y lo joden a
uno, entonces le toca es vender tinto” tranquilo y satisfecho, comenta uno más
de los vendedores de tinto en la ciudad cultural de Colombia, Pamplona.
Llegado a este punto se puede
decir que las personas desempleadas ven en el trabajo informal la oportunidad
de mantener una familia estable.
Redacción: Génesis Patricia Soler Gelves
Redacción: Génesis Patricia Soler Gelves